Admirose un portugués,
al ver que desde su tierna infancia
todos los niños de Francia
supiesen hablar en francés.
"Arte diabólico es",
dijo torciendo el mostacho,
que para hablar en gabacho
un fidalgo en Portugal,
llega a viejo y lo hace mal
y aquí lo parla un muchacho.
Lo tenía dando vueltas por un cajón de mi casa, apuntado en una servilleta del bar La Bodeguita del sector embarcaciones de Tres Cantos (Madrid).
La servilleta se va a la papelera en un ataque minimalista de vaciar cajones, pero no podía perder una de las pocas rimas que me gustan. Ahora sé que se trata de una estrofa difícil de componer y que sólo se han atrevido los más grandes como Nicolás Fernández Moratín.
Por cierto, ya es primavera en el Corte Inglés, por los parques de nuestras ciudades, los campos y montañas.
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